Bien. Analicemos esta frase. A mí, cuando un hombre me dice algo así me suceden tres cosas. La primera es que me dan ganas de salir corriendo; la segunda es que no me lo creo y me hace desconfiar hasta límites insospechados del emisor y la tercera es que me indigno. A simple vista parece una frase muy bella; cursi hasta el arrebato y, lo siento queridos, sitúa a la mujer en el papel de consorte, acompañante de, compañera sentimental de, amante, novia, esposa de. Es de un egocentrismo insufrible. Cuando él te mira con ojos de cordero degollado y te suelta esa sucesión de palabras, repetidas hasta la saciedad en los culebrones de Corín Tellado, yo no puedo más que irme a toda mecha a buscar una mesa, un árbol y tocar madera, o agarrar el rosario de mi madre y ponérselo en los morros como a un Valpurgis cualquiera. ¡Que no, hombre, que no!. Que yo no soy la mujer de la vida de nadie. Que, como reza un lema feminista, “no puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía” y que para hacer de mamás, de adornos de un pinche macho, o de fetiches sexuales del género masculino ya se han inventado algunas fórmulas. A mí, que a la mujer me la dejen como lo que es. Un ser humano, con cabeza y corazón. Con nuestros atributos físicos, por supuesto, porqué no, con la inteligencia, poesía, belleza, sentido práctico, habilidad para los negocios, para la comunicación, para el arte; con el don de dar hijos al mundo y otra serie de cualidades, propiedades y características varias. Como las que pueda tener el hombre, vaya. Salvo por lo de los hijos, claro.
Desgraciadamente, la infinita generosidad de muchas féminas provoca que salvamanteles tan desgraciados como éste se sigan perpetuando ¿Por qué? Pues porque ¿qué le vas a decir al maromo de turno? Yo, que soy muy poco fina, nada diplomática y más auténtica que una plasta de vaca, no tengo más remedio que decir lo que siento, porque, si no, exploto. Pero otras muchas tienen esa santa paciencia, ese pestañear pizpireto de patita Daysi y esa habilidad innata para hacerse las tontas cuando, en realidad, son listísimas. Por supuesto, más que servidora.Así que, desde unos cientos de años hacia acá, cuando el macho depredador (pongámosle voz de Félix Rodríguez de la Fuente) va en busca de su presa, utiliza este eslogan de pacotilla para que la damisela caiga rendida a sus pies. En el mejor de los casos, se juntan, matrimonian o amanceban y comen perdices, entre otras cosas. En el peor, ella se convierte en un apéndice de él. Si la hembra está buena, la exhibe como si fuera parte de sus posesiones; Si las habilidades de la mujer residen en su maestría en la cocina o en el hacer de la casa, ella se convertirá en esclava de por vida (los esclavos son los que trabajan gratis ¿no?); Si es fértil, le dará muchos hijos; Si es lista, lo apoyará en todas sus batallas, incluso en las que ella queda a la altura de un fregador (véase Hillary Clinton) porque, a fin de cuentas, él, queda como una cloaca.
No digo que todos los hombres seáis así. Ni tanto. Pero todavía circulan por el mundo esos cazadores furtivos con más peligro que una escopeta de perdigones. Yo les propongo que vean a la mujer como es. Normalmente lista, casi siempre hermosa (no hablo sólo del espécimen Pamela Ánderson); siempre, siempre generosa y sí...capaz de lucir linda en una fiesta, como diría Carlos Vives, capaz de tener la casa organizada (incluso si ella no es la que limpia), capaz de ser una madre maravillosa, una esposa, compañera del hombre, pero lo bonito, lo auténticamente romántico, es que sea de un modo recíproco. No puede ser que siempre seamos nosotras las fantásticas. La mujer también tiene derecho a ser un poco desastre ¿no? Y sobre todo, tiene el derecho inalienable a ser ella misma, sin depender de nadie. El hombre que mira a la mujer, como “la de SU vida”, directamente la margina a una esquina de su corazón y sus pulmones. Será por eso que en la India algunas arden en la pira funeraria junto al cadáver de sus maridos. “Eres la mujer de mi vida” me suena utilitarista, zafio y más gastado que la suelas de Forrest Gamp, cuando le dio por echarse a correr. Hombre y mujer, de la mano, o piel con piel, o sesos con sesos, pero sin “utilizarse”, sólo dándose entre ellos y dándose al mundo. Creo que hay ejemplos magníficos en la historia de la ciencia, del showbussines y del bussines, sin más. Lo demás, es cochambre, falsedad, patchulí. Como diría Falete, “Pura mierda”.
Lola García. Periodista y escritora.
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