Se van deshaciendo las yemas de mis dedos, se derriten mis uñas, y ardo, como si fuera de cera. Se enreda entre mis huesos el vello de tu piel, y dentro de mi estómago aún resuenan tus besos, como arcadas. Todo lo que soy se expande durante un segundo para comprimirse después hasta ser sólo un mísero punto en suspenso dentro del infinito de tus contradicciones y todo ese control que pretendes ejercer sobre mí. Todas tus palabras, como timbres, como alarmas, como alertas, convirtiendo en barro el suelo que piso para atraparme entre sus fauces como arenas movedizas, no van a servir de nada.
Porque sólo soy cera y he comenzado a arder.
Porque sólo soy cera y he comenzado a arder.
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